viernes, 5 de junio de 2009

Margarita

   Esta historia es de cuando Rosalía tenía catorce años y vivía con unos tíos suyos en la capital.
   La hija de una vecina, de la misma edad que ella, comenzó a sentirse mal, los médicos no daban con la causa de la enfermedad de la muchacha y lo achacaron a los nervios y a los cambios que experimentaba su cuerpo al paso de niña a mujer, pero pasaba el tiempo y la chiquilla iba de mal en peor, dejo de comer y sólo quería morir. La madre estaba angustiada, sólo tenia esa hija, enviudo al poco de nacer la niña. Económicamente no quedo mal, tenía dinero ahorrado y ella ejercía de maestra, pero a sus padres les preocupaba que viviese sola, sin marido y con una criatura de pocos meses, en una ciudad tan grande, donde nadie se conoce. Para que no estuviesen solas se vino a vivir, a su casa, un hermano de ella que estaba soltero.
   La tía de Rosalía era costurera, en su taller se cosía la ropa de las mujeres más influyentes de la zona, también se impartían clases de costura a las que asistían muchas jóvenes, entre ellas Margarita, la niña enferma.
   Al enterarse, Rosalía, del estado de la alumna, aunque no eran amigas, le pidió a su tía que la acompañase a hacerle una visita. La tía de Rosalía conocía muy bien a su sobrina y sabía que cuando pedía o decidía algo tenía buenas razones para hacerlo, pero que no se las iba a decir, así que le dijo.
    ─Está bien, esta tarde después de las clases te acompaño.
   Esa tarde cuando entraron en el piso de Margarita, Rosalía se quedo un momento quieta como en suspenso, después quiso ver a la muchacha.
   ─No se si querrá, se lo perguntare, ─dijo la madre─ ahora le ha dado por no querer ver a nadie, sólo quiere estar sola en su cuarto.
   ─Déjeme ir con usted, si me ve, seguro que me recibe.
   La mujer entreabre la puerta y le dice a su hija.
   ─Margarita, hija, ha venido la sobrina de la modista a verte.
   ─Que se vaya, no quiero ver a nadie.
   ─Sólo será un momento, quiero contarte una cosa. ─intervino Rosalía.
   No obtuvo respuesta, pero paso cerrando la puerta tras de si. Rosalía permaneció más de dos horas a solas con Margarita, ya su tía cansada de esperar, estaba a punto de dar por finalizada la visita, cuando margarita llamo a su madre y le pidió que dejase que Rosalía se quedase a pasar la noche con ella, a cambio tomaría leche con galletas.
    ─¡Por favor señora Justa, se que no tengo derecho a pedírselo, pero mi hija lleva tres días sin probar bocado y…
   ─No te preocupes, María, ─la interrumpió Justa ─si mi sobrina quiere, se puede quedar.
    Bien sabía ella, que la idea no era de Margarita, si no de su sobrina.
    Las dos jovencitas cenaron, leche con galletas, sin salir de la habitación.
   Después de cenar la madre y el tío de Margarita, fueron a la habitación de ésta a darle las buenas noches, como de costumbre.
    La casa llevaba varias horas en silencio cuando, a pesar del intenso calor que hacia, tanto dentro como fuera de la vivienda, el intenso frío que, de repente, sintieron sus moradores, les obligo a despertase, estaban inmóviles, entumecidos, como si la sangre se les hubiese congelado en las venas, no se sabe cuanto tiempo pasaron así, a la mañana siguiente todos coincidían, en lo extraño de lo sucedido, pero lo achacaron a una pesadilla colectiva,  Rosalía se limito a guardar silencio. El hermano de maría apenas probó bocado, se despidió con un “¡adiós!” y esa fue la última vez que su familia le vio. 

    Algunos comentaban que le vieron embarcar rumbo a América, pero nadie hablo con él.
    A los pocos días, Margarita, volvió al taller de Justa, tan alegre y risueña, como era antes de su enfermedad.

1 comentario:

  1. Y espero que el barco rumbo a America naufragase , o mejor que el tio se cyese por la borda.

    ResponderEliminar

Índice